NUESTRA FEMINIDAD

¿FEMINIDAD O FEMINISMO?

Un mujer debe ser siempre, quien ella quiera y lo que ella quiera
Coco Chanel


Cuando a las mujeres nos preguntan que es  la  Feminidad probablemente nos conecta con una parte de nosotras que define como nos sentimos  integradas a la dimensión femenina en nuestra persona como mujer.

Lo femenino es una dimensión o cualidad que se manifiesta tanto en hombres como en mujeres y que va más allá de la  expresión que como valor añadido poseemos las mujeres.
La actual visión social que propone la cultura predominante derivada de la idoneidad, nos ha llevado en  muchos casos a una masculinización generalizada manifestada en conceptualización y competitividad.

El origen de este desbalance nace a partir de la lucha por la liberación de la mujer del patriarcado  y su acceso a ocupar un lugar reconocido en el mundo industrializado. Este acceso pretendió crear un modelo de mujer de corte masculino y beligerante que rompe con el modelo establecido por una sociedad conservadora.

El modelo de mujer del movimiento feminista que surgió en España a partir del dominio patriarcal, se organizó tras una necesidad de igualdad. En su momento, éste se hizo partiendo desde una natural reactividad propiciada por los acontecimientos sociales de señaladas épocas.
La educación recibida en  contextos patriarcales  abogaban por mujeres “virtuosas y sumisas”. 
Esta educación, estaba cargada de manipulación, siendo un factor condicionante para una expresión libre de la propia feminidad esencial, que nada tiene que ver con el recato.
A medida que las mujeres nos hacemos más conscientes, comprendemos que más allá de las creencias y predominios que podamos experimentar, existen en nosotras valores integradores desde los que podemos expresar y agradecer nuestra condición de mujer.

 La feminidad, como principio universal es un concepto sui géneris, un concepto que constituye el puente a una vivencia más consciente.  Es la condición que nos aproxima a la comunicación con nuestra esencia interior, con la autenticidad de lo que somos desde la receptividad, la capacidad de entrega y generativa.

Los aspectos que subsanan el excesivo racionalismo, tenderán a compensarse a través de valores como la compasión la capacidad empática de abrir el corazón, la sabiduría intuitiva y el acercamiento al Amor incondicional.  El femenino profundo, señala la conexión con la naturaleza y a  la dimensión afectiva de todo lo que nos une a  la vida.
 
Sólo abriendo nuestro corazón nos podemos poner en  el verdadero lugar que nos corresponde. La mujer es amor al igual que el hombre, pero la mujer engendra desde su condición biológica y trasmite desde su especial condición afectiva. Las mujeres somos como el corazón de la Tierra, nuestro latido es el impulso del alma. El despertar a la feminidad consciente florece al abrirnos al amar desde el corazón, desde donde no interviene la mente y honrando cuando nos ponemos a disposición de nuestra verdadera misión como mujeres que es transmitir conciencia a otras mujeres”. Abuela Margarita.

 
Hoy podemos decir que hemos entrado en una etapa postfeminista comprendiendo especialmente que lo “femenino” no debe asociarse exclusivamente con la condición biológica de ser mujer y que la igualdad, parte de la integración y el respeto de las diferencias.
Un nuevo movimiento 
Un nuevo movimiento  surge a partir de la necesidad de unificación de las dos polaridades.  Este estado en la mujer parte desde la comprensión, madurez emocional y toma de conciencia desde la apuesta por recuperar el auténtico poder femenino trascendiendo a los géneros y roles. 
Lo masculino racional mira hacia lo femenino intuitivo como puente en dirección a la esencia de integración. Si ampliamos la mirada desde nosotras mismas, reconocemos nuestra dimensión femenina más allá de lo biológico.
Expresiones como la intuición, la sensibilidad, la entrega, la afectividad, están asociadas a lo femenino, así como la concreción, la dirección, el enfoque la fuerza, lo son a lo masculino.
El retorno al sagrado femenino conlleva la integración de actitudes y valores relacionados con el reconocimiento propio de las expresiones del ser, que tanto mujeres como hombres necesitamos recuperar para proseguir hacia la unificación de las dos energías que constituyen la vida.
En el universo no hay partícula que desde nuestra percepción no esté teñida de un cierto nivel de polaridad. Es por ello que entre el masculino y el femenino existe un equilibrado sistema. Entre las religiones patriarcales lo han obviado, pero la tradición del Hinduismo nos lo recuerda en su panteón femenino. En esta religión dioses  y diosas tienen la misma importancia en el papel de la creación.   Lo que de alguna forma señala que desde nuestro nivel conceptual ningún polo está sometido jerárquicamente, y ambos cumplen su papel en el baile de las energías relacionándonos en una misma matriz energética: Shiva y Shakthi
LA NUEVA MIRADA
Es indudable que las estereotipadas funciones de lo masculino y femenino anteriormente tan marcadas, van cambiando, al menos en ciertas culturas. Hombres y mujeres se reconocen como totalmente iguales en su expresión ante el mundo exterior y en la comprensión de sus sentimientos desde su mundo interior. Los hombres y mujeres con una mirada consciente conciben las relaciones considerando a cada persona como un ser completo en sí mismo.
La nueva mirada proviene de la autoconciencia. Una pareja está constituida por dos seres viviendo desde el respeto y la presencia.
La maduración consciente de los estereotipos de las dimensiones masculino y femenino, antes tan marcadas, trasciende  reconociéndonos como iguales considerándonos como un ser completo en sí mismo.
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